Hola de nuevo Señora Navidad, ya pronto las calles se vestirán de luces y en los hogares reinará la alegría, y será necesario agarrarse el corazón y ser artista de lo abstracto y absurdo, para poder entender el contraste que existirá entre tu celebración y la tristeza derivada de las guerras en curso y el derramamiento de sangre en el mundo.

Mientras muchos disfrutarán de momentos de felicidad, otros llevarán una carga desgarradora, teniendo a cuesta el pesar del dolor. En estos momentos, Señora Navidad, al espíritu de amor y paz, urge invocarlo, para que aparezca como un rayo de esperanza que nos permita reflexionar sobre el significado de nuestras acciones e inacciones y su impacto en la realidad que nos abriga.

Lamentablemente, se multiplicaron los rincones de dolor en nuestro planeta porque el fragor de la guerra aumenta rápidamente, ensordeciendo nuestros corazones y nublando nuestra visión.

Cómo imaginar que en tus noches existirán muchas risas de felicidad, mientras el escalofriante ruido de las explosiones y el llanto de las víctimas se convierten en una triste melodía que se solapa en las calles vacías.

¿Cómo podemos celebrar la paz y el amor cuando hermanos no conocen más que el miedo y la desesperación?

Muchos de nosotros no hemos notado cómo el planeta, en pocos años, ha retrocedido rápidamente hacia la barbarie, mientras una gran mayoría vive adormecida en el mundo virtual e irreal de las redes sociales, creyendo que esto es normal y sin darse cuenta de que significa una reversa de la civilización y una proyección oscura hacia el futuro de la humanidad, que será el legado de nuestros hijos.

Al espíritu de amor y paz urge invocarlo

En otro rincón, algunos consideran que es negativo contemplar o debatir sobre la cruda realidad de las guerras que estremecen «tierras lejanas», a ellos les expongo que lo negativo radica en no vislumbrar a aquellos que sufren, como hermanos y más si son niños, y permitir que su angustia no emane resonando en nosotros, es amplificar la ignorancia.

En esta época del año, donde los abrazos se multiplican, y los deseos de amor y felicidad son recurrentes, es imperativo recordar que las guerras no tienen fronteras y que ningún rincón del mundo se encuentra ajeno a sus terribles consecuencias. Que no olvidemos a aquellos que han perdido a seres queridos, a quienes han sido desplazados de sus hogares y a aquellos que luchan por sobrevivir. En nuestras manos está el poder de cambiar la historia, de ser los líderes de nuestro propio destino. No permitamos que el mundo retroceda de nuevo a la oscuridad, sino que trabajemos juntos para construir un futuro lleno de paz y felicidad.

La felicidad no está en lo material ni territorial

Incorporemos y fortalezcamos en la educación inicial los valores esenciales que erradiquen la raíz de la guerra, como lo son el Amor por el Tiempo de Vida y la Creación, el Diálogo, el Respeto, el Perdón, la Compasión, la Solidaridad y la Ayuda. Eliminemos ese enfoque histórico errado de ser formados desde niños en la búsqueda de la felicidad en lo material y territorial que han mal alimentado las almas de la humanidad y de quienes la dirigen, decantando en la actual debacle.

La festividad de la Navidad nos recuerda la importancia de la solidaridad y la compasión. Es un llamado a abrir nuestros corazones, a los que sufren, a todos aquellos cuyas vidas están siendo destrozadas por los horrores de la guerra. Debemos extender una mano amiga y tender puentes de esperanza que conecten los corazones de todos los seres humanos, sin importar raza, religión o nacionalidad.

Y tú, mi querido niño, aguanta… te animo a ser fuerte y resistir, porque estoy seguro de que las puertas se abrirán para ti. La Señora Navidad estará atenta a tus peticiones y llenará nuestros corazones de la conciencia de tu difícil situación, renovando así la esperanza en un futuro mejor para la humanidad. Aguanta Hijo de Dios.

Señora Navidad, aquí te estoy tocando la puerta, deseo sonreírte como siempre, pero ¿cómo?, si cada vez que te siento cerca es porque tienes fiesta, y así ¿cómo celebrar?

Señora Navidad, gracias por tu bienvenida, eres natividad, nacimiento como tu nombre reza y de alegría estás llena.

Pido disculpas en esta oportunidad por no abordarte con felicidad, pero la tristeza me embarga.

Tu nombre deriva del nacimiento de quien nos creó y cómo puedo estar alegre si el Tiempo de Vida es el regalo que él nos dio, pero al parecer no tiene valor.

Este regalo de vida que viene en un paquete de años, horas, minutos y segundos, que para cada ser humano debe ser su activo más valioso y gran tesoro, simplemente lo tratamos a menos, derrochando el propio y hasta algunos se sienten con el derecho de quitar el de otros o enviar a otros a perderlo.

Y se perdió mucho Tiempo de Vida por una pandemia a la que la ciencia médica no pudo atender a tiempo porque sus recursos siempre son de menor interés para las naciones y limitados por las mismas, pasando a ser de mayor interés otros vacíos de humanidad como lo son los de defender y atacar por lo material.

Y se perdió este Tiempo de Vida cuando los líderes del mundo siguen rezando el credo del territorio y las fronteras, permitiendo esto, que en este momento sin importar el bando en el que se encuentren las diferentes guerras activas en el planeta, habrá padres, hijos, hermanos y seres queridos llorando al unísono en esa noche en la que por ti debiéramos celebrar. 

Y porque el clima según la ciencia está haciendo estragos producto de nuestros propios errores, provocando lluvias extremas y huracanes que han dejado sin hogar o sin un familiar a más de uno, sin importar si es aquí o allá; llorarán con el mayor de sus dolores.

Aún tengo esperanza en tus regalos Señora Navidad, el único regalo que te pido es que nos ayudes a aprender.

Si bien es difícil que los líderes del mundo eliminen las delimitaciones territoriales, por lo menos regálanos aprender que todos somos hermanos en este planeta y que el Tiempo de Vida perdido por humano que haya partido más allá de nuestras fronteras, debe causarnos el mismo dolor que el perdido dentro de la misma. Desdichado aquel que piensa que los sentimientos del corazón están separados por una línea entre dos países o la distancia entre estos.

Regálanos la capacidad de analizar el error que no permitió controlar la pandemia a tiempo, y que las naciones entiendan que la investigación médica debe ser la punta de lanza en todo momento.
 
Quítale el amor por el territorio a quienes gobiernan las naciones y que comiencen a sembrar en los estudios iniciales del individuo la importancia del Tiempo de Vida, esto abrirá un compás que formará un nuevo hombre con amor por la vida, por su tiempo, por la creación, es decir, por el nacimiento, en fin, eso es lo que eres tú, la Señora Natividad. Danos ese regalo.
 
Señora Navidad, regálanos valores humanos en nuestra formación inicial como el respeto y el pensamiento crítico, esto nos llevará a formar niños y jóvenes con las bases que los blindarán contra el bullying y por ende ya no habrá afectados que terminan siendo en algunos casos pistoleros que atacan escuelas. Igualmente, estos valores fortalecerán en los niños y adolescentes el criterio para afrontar responsablemente y sin vulnerabilidad las redes sociales.

Te pido Señora Navidad, lleva a todas las mesas de quienes puedan sentarse a cenar y celebrar en tu Nochebuena un verdadero momento de reflexión y oración por todos nuestros hermanos, que en tu noche no tendrán la oportunidad de sentir felicidad en sus corazones.
 
Por nuestros hermanos venezolanos de Las Tejerías, El Castaño entre otras localidades nacionales y del planeta afectadas por el clima.

Por quienes sufren por las diferentes guerras sin importar el bando.

Por quienes recibieron ataques producto del terrorismo.

Por los caídos en su camino a otras latitudes.

Por todas las vidas perdidas en la pandemia.